Limpiando la Cocina
“Dadme lo que necesito y saldréis por los aires” (Theodore J. Kaczinski, “Unabomber”)
Nada más terrible que limpiar lo que pringamos en la cocina, y la cocina misma. Decidme si no os habéis dejado llevar por la angustia y la zozobra cuando, después de cocinar (mal) un simple plato sencillo encontráis el fregadero repleto de vajilla y de aparatos sucios o muy sucios, incluso esos que no sabéis bien para qué sirven y ni siquiera sabíais si teníais.
Imaginad que habéis terminado de freír un simple huevo. Antes de comenzar a comerlo, echad la vista atrás y contemplad la ingente y desproporcionada cantidad de cosas sucias que habéis dejado para limpiar al terminar de hacer tan frugal comida. Se os quitará el hambre.
Fregar los cacharros es inhumano, pero aún es peor limpiar el entorno, el “lugar de los hechos”. Todo aparece cubierto por una pátina de manchas inverosímiles y de grasa, generalmente tan gruesa que no es propiamente una pátina, sino algo parecido a la dermis de una foca. Inhumano, monstruoso.
Pero, con todo, la esclavitud doméstica no es lo peor. Mucho peor son los riesgos gravísimos para la vida y la salud que conlleva el tener una cocina no ya resplandeciente como se pueden ver en casa de alguno de vuestros amigos o conocidos o en esas tan bonitas como engañosas fotografías de suplementos dominicales de periódicos; sino simplemente medio-presentable donde cualquiera se atreva a entrar a por un vaso de agua sin sentir náuseas.
Solo me explico que esas cocinas limpias como patenas puedan estar así cuando están recién instaladas y justo antes de que el simple hecho de preparar una simple infusión las profane para siempre; o bien cuando su dueño ha encargado a una compañía (suicida) de limpieza industrial especializada en mareas negras y casos como los de Bophal y Chernobil -y nutrida necesariamente por desesperados y sin papeles- el trabajo, como último recurso justo antes de decidir quitarse la propia vida de un modo rápido e indoloro ante la insalubridad total y los temibles riesgos que conlleva la limpieza personal de tan siniestro laboratorio de fritangas, horneados y cocciones. Pero, pongamos que aceptamos nuestro destino en lugar de huir y enrolarnos en la Legión Extranjera como dicta la lógica, ¿qué podemos usar para limpiar?. Exacto: productos a la venta libre que harían las delicias de cualquier grupo terrorista, desde los alegres muchachos muhaidines hasta el simpático Unabomber.
Las estanterías de cualquier supermercado son un paraíso para envenenadores, artificieros e incendiarios inexplicablemente al alcance de cualquiera, gente como yo incluida. ¿Se dan las autoridades cuenta de tal despropósito?. ¿Se toman medidas al respecto?. Ambas respuestas son NO.
Por si alguno no me cree, le insto a que mire la composición declarada de los productos de limpieza si tiene nociones de química, o la letra pequeña que va por detrás de las vistosas etiquetas de semejantes productos animando a su compra y declarándose “el mejor para…”, por no hablar de esos triangulitos que advierten los peligros de uso: lo que no es altamente tóxico es corrosivo, y lo que no es letal por absorción es directamente explosivo.
¿De verdad que tras leer esas advertencias aún tienen ganas de limpiar la cocina?. ¿En serio?. Pues mi deber es decirles que, tras ese acto de valor rayano en la temeridad suicida aún queda lo peor: cuando tengan el trabajo casi terminado tras horas de fatiga penosísima y exposición incontrolada a elementos químicos muy agresivos… habrá llegado la hora de hacer la cena y de volver a sacar platos y cacharros del armario donde acaban de ser colocados, y el mito de Sísifo les parecerá al tiempo real y una broma macabra.
Todo es inútil, y lo digo en serio.
By Nacho para el blog de Sam (16-01-13)
Imaginad que habéis terminado de freír un simple huevo. Antes de comenzar a comerlo, echad la vista atrás y contemplad la ingente y desproporcionada cantidad de cosas sucias que habéis dejado para limpiar al terminar de hacer tan frugal comida. Se os quitará el hambre.
Fregar los cacharros es inhumano, pero aún es peor limpiar el entorno, el “lugar de los hechos”. Todo aparece cubierto por una pátina de manchas inverosímiles y de grasa, generalmente tan gruesa que no es propiamente una pátina, sino algo parecido a la dermis de una foca. Inhumano, monstruoso.
Pero, con todo, la esclavitud doméstica no es lo peor. Mucho peor son los riesgos gravísimos para la vida y la salud que conlleva el tener una cocina no ya resplandeciente como se pueden ver en casa de alguno de vuestros amigos o conocidos o en esas tan bonitas como engañosas fotografías de suplementos dominicales de periódicos; sino simplemente medio-presentable donde cualquiera se atreva a entrar a por un vaso de agua sin sentir náuseas.
Solo me explico que esas cocinas limpias como patenas puedan estar así cuando están recién instaladas y justo antes de que el simple hecho de preparar una simple infusión las profane para siempre; o bien cuando su dueño ha encargado a una compañía (suicida) de limpieza industrial especializada en mareas negras y casos como los de Bophal y Chernobil -y nutrida necesariamente por desesperados y sin papeles- el trabajo, como último recurso justo antes de decidir quitarse la propia vida de un modo rápido e indoloro ante la insalubridad total y los temibles riesgos que conlleva la limpieza personal de tan siniestro laboratorio de fritangas, horneados y cocciones. Pero, pongamos que aceptamos nuestro destino en lugar de huir y enrolarnos en la Legión Extranjera como dicta la lógica, ¿qué podemos usar para limpiar?. Exacto: productos a la venta libre que harían las delicias de cualquier grupo terrorista, desde los alegres muchachos muhaidines hasta el simpático Unabomber.
Las estanterías de cualquier supermercado son un paraíso para envenenadores, artificieros e incendiarios inexplicablemente al alcance de cualquiera, gente como yo incluida. ¿Se dan las autoridades cuenta de tal despropósito?. ¿Se toman medidas al respecto?. Ambas respuestas son NO.
Por si alguno no me cree, le insto a que mire la composición declarada de los productos de limpieza si tiene nociones de química, o la letra pequeña que va por detrás de las vistosas etiquetas de semejantes productos animando a su compra y declarándose “el mejor para…”, por no hablar de esos triangulitos que advierten los peligros de uso: lo que no es altamente tóxico es corrosivo, y lo que no es letal por absorción es directamente explosivo.
¿De verdad que tras leer esas advertencias aún tienen ganas de limpiar la cocina?. ¿En serio?. Pues mi deber es decirles que, tras ese acto de valor rayano en la temeridad suicida aún queda lo peor: cuando tengan el trabajo casi terminado tras horas de fatiga penosísima y exposición incontrolada a elementos químicos muy agresivos… habrá llegado la hora de hacer la cena y de volver a sacar platos y cacharros del armario donde acaban de ser colocados, y el mito de Sísifo les parecerá al tiempo real y una broma macabra.
Todo es inútil, y lo digo en serio.
By Nacho para el blog de Sam (16-01-13)
Ese "Nacho" es un botarate. ¿No sabe distinguir entre "punto y seguido" y "punto y aparte"?.
ResponderEliminarComo este blog siga publicando excentricidades idiotas en lugar de ser un compendio de recetas y consejos utilísimos me daré de baja y daré parte a la autoridad competente.
Estimado Bruno6; Nacho es un buen colaborador de este blog. Tenéis amigos en común como "El Coronel", El Arzobispo Camarlengo de Bostronizo, el embajador de Transnitia en Españakistan,El Sam, El Nel de la Calle Alta. Si se entera de que le has llamado botarate, estarás en grave peligro. Intentaremos apaciguarle para que no pierda los estribos. Salud.
ResponderEliminarGenial Nacho, como siempre.
ResponderEliminarMaestr@s, os añado a mi blogrol y ya nos vamos leyendo.
Un placer haberos encontrado
"Larpeiros" hace unos minutos que somos seguidores vuestros. Hay mucho material y muy bueno que ver en vuestro espacio. Vamos a aprender de lo lindo. Por cierto, a Nacho tendremos que compartirlo como agente doble, antes de que se vaya con Adria, Arzak, Argui o algunos de esos. Un saludo de Maestr@s.
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