Cantabria fue históricamente una región vitivinícola, pero esa actividad cayó en el olvido hasta que hace solo unos años las viñas empezaron a resurgir.
Cantabria fue históricamente una región vitivinícola pero esa actividad cayó en el olvido hasta que hace solo unos años las viñas empezaron a resurgir. Ahora su objetivo es conseguir vinos con personalidad propia que la diferencien en un mercado "cambiante, global y muy competitivo".
Esa es la idea que ha trasladado al sector la consejera de Ganadería, Blanca Martínez, durante la inauguración, en el Centro de Investigación y Formación Agraria (CIFA) de Muriedas (Camargo), de la novena edición de la cata de vinos experimentales de Cantabria .
La iniciativa ha reunido a enólogos, catadores, productores y distribuidores de distintos puntos del país, de Galicia a La Rioja pasando por la Ribera del Duero, para evaluar las características de los vinos producidos de manera experimental en las propias bodegas del centro.
Los vinos que los expertos han catado a ciegas son el resultado de un proceso que empieza en el viñedo, donde se controla la evolución de la maduración de la uva, y continúa "con un cuidadoso proceso de vinificación, según el CIFA. El objetivo no es conseguir vinos comerciales porque los caldos que se producen en estas bodegas son monovarietales, es decir, se elaboran con una única variedad de uva.
Además de la cata ciega, el CIFA ha organizado, en paralelo, una cata dirigida para que los vitivinicultores de Cantabria , los técnicos y otros profesionales del sector intercambien impresiones sobre la última campaña y los caldos que se han obtenido.
En esta actividad ha participado Sumpta Mateos Fernández, enóloga, asesora de bodegas con denominación de origen Montsant, Terra Alta y Penedes y profesora de la Universidad de Viticultura de Tarragona.
Las variedades que se estudiarán este año se engloban dentro de las dos menciones de calidad de Vinos de la Tierra, "Costa de Cantabria ", como Albariño y Treixadura, y "Liébana", como Mencía, Syrah y Palomino.
Pero, dentro de ese camino hacía la diferenciación, se han sumado dos variedades autóctonas, Carrasquín y Gros Maseng, que han sido recuperadas y reinjertadas en 2009.
Según la memoria de 2011 del proyecto experimental del CIFA, Cantabria tenía el año pasado más de 105 hectáreas de terreno dedicadas a la producción de vino (60,03 en Liébana y 44,33 en la costa).
(FUENTE: El Diario Montañes )
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